Por: Martín González

Foto: Cortesía de Bomberos de El Salvador (@BomberosSV)

Caída la noche del jueves, la privacidad de una familia en el municipio de Soyapango fue invadida por un inusual visitante; una madre de familia y su pequeña hija  veían tranquilamente la televisión.

Repentinamente la mujer se levantó para ir por un vaso de agua cuando se percató que unos ojos saltones la observaban. Desde las entrañas de su cuerpo emergió un estruendoso grito, segundos después se escuchó otro, el de su niña.

José, el jefe del hogar se encontraba descansando en otra habitación cuando el fuerte grito lo perturbó. Su esposa e hija no pudieron contener el asombro ante el inusual hallazgo.

Ante el pavoroso y unísono grito, el extraño visitante decidió salir de casa, pero no se fue del todo; se quedó atrás de la ventana, desde donde observaba sigilosamente a Jeanette y su hija Fernanda.

Mientras tanto, el padre de familia corrió para verificar que era todo aquel escándalo, efectivamente observó que tras la ventana unos ojos brillantes lo miraban con atención.

Al pasar de unos minutos y sin importar que el dueño de la casa aún siguiera ahí, el extraño volvió a entrar, pero esta vez con cautela, José se mantenía tranquilo y se armó de valor.

A todo esto, la madre y la niña buscaron refugio en su habitación, pero dejaron entreabierta la puerta para ver lo que sucedía. Mientras que sin importarle nada, él extraño entró como “Juan por su casa”.

José ya no tenía miedo, intentó descubrir de quien se trataba e hizo contacto con él, ambos se sentían confiados, Fernanda también lo hizo, salió de su resguardo, pero no se acercó mucho.

Ya dentro del hogar, el extraño fue bien acogido. Pese a sus garras, colmillos y una cola casi tan larga como su cuerpo, fue recibido y hasta le ofrecieron fruta y agua.

El padre de familia decidió contactarse con el Cuerpo de Bomberos quienes acudieron al lugar para confirmar el hallazgo. Por sus características, los bomberos confirmaron que se trataba de un Potos flavus, un mamífero arborícola, comúnmente conocido como micoleón.

Pese al miedo que le tuvieron en un principio, el animal rápidamente entró en confianza; de hecho no perdió la oportunidad para pasearse sobre el brazo de José y hasta comer de su mano.

Fernanda, la niña de la casa le puso un nombre, ‘Nicolas’. Incluso aprovechó su habilidad para dibujar e hizo un bonito retrato del visitante, recuerdo sobre esa peculiar visita que guardará para la posteridad.

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San Salvador, El Salvador

Redacción

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